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16 de mayo de 2008

El precio único del libro, un as bajo la manga del gobierno federal

Cuando se trata de casos culturales que beneficien a los gobernantes no hay diferencias entre ellos a tal grado que se unifican y se llega a un acuerdo común. Sin embargo no siempre es así, pues en septiembre de 2006 el entonces presidente Vicente Fox Quesada vetó la ley del Precio único del libro, tal vez creía que si él era ignorante todos los demás deberían serlo también.

La entonces iniciativa de ley propuesta en aquel año proponía que todas las librerías, tanto las grandes como las pequeñas, fijaran un precio único a los libros. No se trataba de un precio único en toda la librería para todos los libros (ese tipo de cosas sólo se hace en el Waldo’s Mark), sino que el precio único sería el mismo para un libro, tanto en una librería de prestigio como en una ubicada en el área local.

Países como España, Argentina e incluso Perú que cuenta con un índice de analfabetismo más alto que en México ya cuentan con esta ley que pretende beneficiar no sólo a las pequeñas librerías, sino a la población en general, pues el habito de la lectura se incrementaría.

El hecho de aplicar un precio único no es un acto reciente. Desde la época del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605) ya se establecía que éste fuera vendido en 286 maravedís (el primer tomo) y en 292 maravedís la segunda parte. El precio estaba indicado en la primera hoja de la obra, por lo que todas las librerías que contaban con el ejemplar conocían ya el precio al que debía ser vendido.

Esto me recuerda una cosa: la mayor parte de las librerías locales hacen este tipo de cosas, no el de establecer el precio único, sino el de colocarle a los libros el precio en la misma ubicación que la obra de Cervantes. Lo que difiere un acto de otro es que ahora esto se emplea para que el encargado del establecimiento no termine haciendo más rico al dueño de la librería (cosa que no creo), o bien, el mismo encargado termine por no recibir un solo peso de su sueldo. Alguien tiene que reponer el dinero perdido.

Las ganancias económicas para las empresas pequeñas, que no compran ejemplares por miles como lo hacen las librerías grandes encargadas hasta de la importación, suelen ser bajas obligándolos a cerrar.

Don Antonio es un anciano de aproximadamente 80 años, la edad han acabado con su vista y a su vez con su forma de ganarse la vida. Desde que Don Antonio tenía 40 años se encontraba al mando de una librería a la cual decidió titular “La pequeña Lulu”, ubicada en la avenida Inguarán a la altura de la colonia Río Blanco. El poco interés de los vecinos por adquirir libros, la competencia con las grandes empresas y el precio un tanto elevado para poder gozar de algún lujo fueron factores que hicieron que ahora, el lugar que ocupaba “La pequeña Lulu” fuera reemplazada con una cocina económica.

Así como le ocurrió a Don Antonio ha pasado con muchas librerías pequeñas que no pueden darse el lujo de vender algo más que libros. Cabe señalar que las librerías de renombre, además de contar con estantes llenos de libros, cuentan con discos, revistas y accesorios como separadores, bolsas con la marca del establecimiento y forros.

En palabras del editor Marcelo Uribe “según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 40 por ciento de las librerías mexicanas han cerrado en los pasados 35 años”.

A todo esto viene un hecho relevante dentro del ámbito cultural: ya existe una Ley para el Fomento del Libro y la Lectura que se encargará de establecer un precio ideal y también vigilará que esta ley sea benéfica y funcional para la sociedad en general.

¿Quién será el encargado de establecer el precio de un libro? ¿Será sólo tarea de las casas editoriales? ¿En verdad sería un apoyo a la economía familiar? La gente no conoce cuál es el verdadero costo de fabricación de un libro y si de la nada establecen uno será inevitable creer que es un precio justo aunque no lo sea en realidad. Pérdidas económicas se repondrán del supuesto precio justo para una obra.

Sólo analicemos una cosa: el autor de un libro gana algunos centavos (pesos si es que le va bien) por cada obra suya vendida, el editor también merece una ganancia y ni que decir de los encargados de transportar los ejemplares, entonces haciendo a un lado la parte cultural del asunto… ¿el precio único del libro sí representa un beneficio?

Proceso de aceptación de la Ley

El pasado 23 de abril fue un día diferente para la cultura pero bastante relevante como para hacer ruido en los medios de comunicación y la sociedad mexicana: se celebró el Día Mundial del Libro.

Las pocas veces que los libros forman parte de las portadas de los diarios es cuando el Colegio de Minería o el Estado de Jalisco llevan a cabo sus ferias internacionales, en donde además de vender libros se puede gozar de conferencias por parte de autores y editores.

Como parte de la lucha por la aprobación de la ley, personajes de la escena cultural e intelectual del país se dieron cita el día mundial de libro en la calle de Donceles 66 en el Centro Histórico del Distrito Federal, el lugar es la sede de la editorial Jus. El objetivo era simple, argumentar el porqué esta ley ya no debería ser vetada por los que nos representan.

En esta mesa de debate se dieron cita Marcelo Uribe (editor), Nicolás Alvarado (periodista), Enrique Ritcher (consultor) y Pedro Pablo Martínez (promotor) para poder convencer de la importancia que erradicar una competencia desleal entre las cadenas comerciales.

Como en todo caso existe una parte contraria. Mientras unos argumentaban lógicamente el porqué sí a la ley, había quienes la tachaban como “herejía”. Estos son los que no están al tanto de la crisis por la que la industria y la cultura del libro en México se han estancado. Me refiero a La Comisión Federal de Competencia. Tal vez desconozcan que el 94% de los mexicanos viven en sitios donde no hay una librería, al parecer ni falta les hace tenerla.

Pero volviendo a lo que a la ley se refiere: ésta argumenta que tal y como nuestra Carta Magna lo señala en su artículo 28, quedan prohibidos los monopolios, lo cual otorga apertura en el campo de la venta de libros.

Asimismo, la ley afirma que libros que cuenten con un periodo de 18 meses de haber salido a la venta contarán con un precio con la opción de ser rebajado según lo considere el vendedor. La gran noticia es para los libros que se han pasado mucho tiempo a través de un exhibidor.

Habría que preguntarnos qué pasará si después de un tiempo esta ley no funciona como se esperaba, ¿a caso las librerías pequeñas si dejarán de existir en un periodo de 15 años como lo afirma Marcelo Uribe? Lo que si es indiscutible es que el cierre de estos establecimientos es inevitable ante la baja economía que el país enfrenta.

4 comentarios:

claudia santana dijo...

Indiscutiblemente existe investigación en el trabajo, es un tema que podría parecer pesado o incluso tedioso al hablar de "libros" y la situación actual de éstos,manejas datos, mencionas fechas importantes sobre la Ley, así como cifras etc...en fin se ve el trabajo de investigación y conocimiento del tema. Sgue mejorando!

Periodismo Independiente dijo...

La may, que bueno que rescatas un tema tan importante y lo abordas realizando una investigación muy completa.

Librosintinta dijo...

Me gustó mucho tu blog y em gustaría afiliarte, y que me afilies, tengo un blog dedicado a la lectura y escritura, te invito a verlo.

http://librosintinta.blogspot.com/

Raúl Luna dijo...

Mayte,

Me gusta el post, está bien escrito en general, por ahí hay un par de máculas que seguramente encontrarás.

Por ejemplo, repites un enlace a la nota "El Senado aprueba la ley de precio único de los libros" y tienes una más que lleva a la home de Milenio y no al texto al que deseas enlazar.

Finalmente, el post se acerca más a un artículo de opinión, pero en definitiva no es un reportaje, que es lo que pedimos para el trabajo final.

Saludos
RL